16 de julio de 2010

Qué dice lo que no se dice...



"... escribir me resulta fácil y lo hago con fluidez; en la primera redacción del libro dejo correr la pluma a su aire y fantaseo con lo que me dicta el corazón. Asimismo, cuando empiezo una obra biográfica, utilizo todos los detalles documentales imaginables que tengo a mi disposición; para una biografía como María Antonieta examiné realmente todas y cada una de las cuentas para comprobar sus gastos personales, estudié todos los periódicos y panfletos de la época y repasé todas las actas del proceso hasta la última línea. Pero en el libro impreso y publicado no se encuentra ni una sola línea de todo ello, porque, en cuanto termino de poner en limpio el primer borrador de un libro, empieza par mí el trabajo propiamente dicho, que consiste en condensar y componer, un trabajo del que nunca quedo suficientemente satisfecho de una versión a otra. Es un continuo deshacerse de lastre, un comprimir y aclarar constante de la arquitectura interior; mientras que, en su mayoría, la gente no sabe guardarse algo que sabe y, por una especie de pasión amorosa por cada línea lograda, pretenden mostrarse más prolijos y profundos de lo que son en realidad, mi ambición es la de saber siempre más de lo que se manifiesta hacia fuera.

Este proceso de condensación se repite luego una, dos o tres veces en las galeradas; finalmente se convierte en una especie de juego de cacería: descubrir una frase, incluso una palabra, cuya ausencia no disminuiría la precisión y a la vez aumentaría el ritmo. Entre mis quehaceres literarios, el de suprimir es en realidad el más divertido. Recuerdo una ocasión en la que me levanté del escritorio especialmente satisfecho del trabajo y mi mujer me dijo que tenía aspecto de haber llevado a cabo algo extraordinario. Y yo le contesté con orgullo:

- Sí, he logrado borrar otro párrafo entero...


STEFAN ZWEIG

"EL MUNDO DE AYER" (Memorias de un europeo)
Ed. Acantilado

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5 de julio de 2010

CURIOSIDADES


A veces uno tiene una idea. Y te parece lo más increíble que se le ha ocurrido a nadie desde que a un tipo se le ocurrió abrir la boca y fabular. Te lo parece sólo a tí, pero a quién le importa.



La idea es complicada. Empiezas a buscar apoyos para hacerla realidad. Como te la imaginas con cara de tebeo, buscas a alguien capaz de hacer que esa cara sea espectacularmente guapa. Nada de botox, nada de silicona. Una belleza esculpida por las manos sabias de un profesional. De una profesional en este caso. Tienes la inmensa suerte de que la artista con magia en las manos acepta trabajar contigo. Y de que esa magia le sale por la boca en forma de ideas que hacen crecer la historia...
Aprovechas el subidón, ese subidón increíble que es complicarle la vida a unas gentes que no existen, y te pones a escribir. Entonces te das cuenta de que la idea sólo era una lucecita en un océano de oscuridad. Y que como luz tampoco es gran cosa... Así que te pones a currar como un galeote, a sufrir como una parturienta y a jurar en arameo ora sí, ora también. Hasta que la cosa avanza. Lo suficiente como para que la artista que pone caras pueda ver algo en tus palabras.
Y un buen día tu idea tiene cara. Y es es como la que tenías en la cabeza pero mucho mejor. Y uno piensa, porque casi siempre está pensando estupideces, que si se muere mañana sería una canallada, pero qué diablos, al menos dejaría algo hermoso detrás.


En este dislate los nombres tienen su importancia. Por eso la artista de las manos mágicas tiene nombre de montaña: Montserrat. Montse Martín es una de las mejores dibujantes que conozco. Como un orfebre, troca las líneas frías del word en cafés llenos de humo, en bohemios famélicos, en calles madrileñas tragadas por las sombras, en implacables gángsters donjuanescos, en suntuosas villas catalanas, en tipos enfermos por dentro y por fuera... En todo aquello, en fin, que forma el universo de "Curiosity Shop". ¿Acaso no es magia?

Curiosity Shop son historias sobre Historia. La Historia épica y terrible del siglo XX, pero también la de todos esos objetos, llaves de la memoria, que a veces nos llegan desde mucho más atrás, con sus mudos mensajes, como botellas de naúfragos amnésicos. Y de la gente que, buscando esos objetos, se encuentra consigo misma y con los sucesos más violentos del pasado reciente, ambas cosas a su pesar.

Decía Dorothy Parker que la cura para el aburrimiento es la curiosidad. Pero que para la curiosidad no existe cura.

Eso espero. Sinceramente.
Sin más aquí les dejo con Max Prado.

Curiosity para los amigos. Sean indulgentes, sólo tiene 14 años y es la primera vez que se presenta en público.

"Mi padre siempre ha creído que los nombres son importantes. Por eso, el 1 de Enero de 1900, cuando mis ojos y las luces del siglo se encendieron a la vez, quiso ofrecerme el mejor de los futuros llamándome Máxima..."

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